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Loreto Aprutino - Finales del s. XX

Siempre ha habido una correlación geográfica entre las áreas ricas en materias primas y los distritos industriales que las usan. Es el caso de los sectores que producen materiales de construcción.

La disponibilidad y calidad de los recursos naturales siempre ha estado estrechamente relacionada con el desarrollo de la industria en Abruzzo, donde la importancia de los hornos de ladrillo era indiscutible. Esa concentración geográfica generó relaciones económicas y sociales que dieron lugar al desarrollo de un importante marco industrial.

Aunque las instalaciones se distribuían uniformemente por Abruzzo desde tiempos antiguos, tras la llegada de los hornos continuos a finales del siglo XIX, se comenzó a percibir una particular concentración en el valle de Pescara. Allí, se produjo un importante desarrollo económico debido a una interesante dinámica de crecimiento de los sectores de componentes de viviendas y canteras, debido principalmente a la construcción de la vía férrea que unía Roma y Pescara.

Durante las dos primeras décadas del siglo XIX, se pusieron en funcionamiento los hornos de Popoli, Bussi sul Tirino, Bolognano, Torre de’ Passeri, San Valentino, Alanno y Manoppello. Había 12 hornos Hoffmann en Pescara, un importante centro de gobierno, comercio, política y, por supuesto, industria. Gracias al incremento del tráfico marítimo, surgió una nueva jerarquía territorial en la cuarta provincia emergente de Abruzzo, ubicada en el centro de las principales líneas de conexión nacionales y regionales. La estructura del puerto desempeñó un importante papel económico para algunos sectores, como el del ladrillo, que importaba carbón y madera de la costa balcánica y exportaba ladrillos.

A finales de siglo, los hornos todavía se asociaban con trabajos manuales aislados incapaces de aumentar la cantidad de pedidos y expandir el mercado. Sin embargo, su uso se tornó en una cadena de producción compuesta por una serie de empresas y un conjunto de actividades satélite de gran importancia económica gracias a los recursos físicos y humanos, y a la gran demanda de obras de construcción. En los años transcurridos entre las dos guerras mundiales, dio comienzo una nueva fase de producción en la que se mecanizaron casi todos los hornos de Abruzzo, así como las operaciones de preparación y extrusión de la arcilla, que se modernizaron a su vez.

En la década de los 20, la ciudad de Pescara comenzó a expandirse hacia el valle de Vestina. Aunque la agricultura seguía siendo el centro de la economía local, la nueva línea ferroviaria entre Pescara y Penne generó nuevas posibilidades económicas al conectar las zonas de los ríos Tavo y Saline. Allí se desarrollaban infraestructuras para molinos de cereales y papel, almazaras, batanes de mazos y, por supuesto, hornos (incluyendo los destinados a la producción de vajilla).

En esa zona, la producción de ladrillos se consideraba una de las especialidades del territorio. Los hornos continuos surgieron en Penne (conocida como la ciudad de los ladrillos), Loreto Aprutino, Picciano, Spoltore, Città Sant’Angelo y Montesilvano. Esos municipios impulsaron el desarrollo local mediante la creación de una red de empresas (algunas todavía existentes) destinadas a desarrollar nuevos procesos y productos, tanto en cadenas de producción individuales como entre empresas de sectores complementarios.

Loredana Rainaldi

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Hornos en Abruzzo - Finales del s. XX